Los pacientes afectados por enfermedad renal crónica tienen una alta prevalencia de déficit de vitamina D. Así lo indican estudios publicados en los últimos años en la revista Nefrología, de la Sociedad Española de Nefrología. Especialmente, la hipovitaminosis está presente en los estadios más avanzados de esta patología.
Los pacientes afectados por enfermedad renal crónica tienen una alta prevalencia de déficit de vitamina D
El riñón tiene un papel fundamental en la sintetización de la vitamina D. Es el último paso para convertir este nutriente en su forma más activa (1,25 hidroxivitamina 2D), tras ser metabolizada por el hígado, una vez que se ha absorbido a través del tracto intestinal, en el caso de la que vitamina D que obtenemos por la dieta o por suplementos, y sintetizada por la piel, en el caso de la vitamina D que nos aportan los rayos solares.
Precisamente, uno de los efectos de la enfermedad renal crónica son las alteraciones del metabolismo mineral. Según explica el Dr. Hermann Hernández, nefrólogo del Complejo Hospitalario de Navarra, “los procesos metabólicos inherentes al riñón empeoran por la enfermedad. El riñón no puede realizar la absorción de todos los procesos de hidroxilación. Esto lleva a que se desencadene una especie de cascada a nivel metabólico que hace que la deficiencia de vitamina D sea más acusada, con los problemas que esto causa en los pacientes”.
El riñón tiene un papel fundamental en la sintetización de la vitamina D
El riñón no puede metabolizar la forma más activa de la vitamina D, calcitriol o 1,25 hodroxvitamina 2D, que se considera una hormona compleja que interviene en muchas funciones de diferentes órganos y ejerce una función fundamental, “fijar el calcio y el fósforo al hueso”, explica el Dr. Hernández. Además, es clave en otros procesos endocrinos en el páncreas, el hígado, el cerebro o el corazón, que utilizan el calcio. “Si el problema del riñón no permite regular los procesos en estos órganos, se van a ir viendo las consecuencias a futuro”.
Una de las consecuencias más importantes es la generación de calcificaciones vasculares. El calcio que no se puede fijar a los huesos por falta de vitamina D, pasa a fijarse en los vasos sanguíneos de venas y arterias. Así, se pueden generar procesos de aterioesclerosis y arterioesclerosis que llevan “a falta de riego, problemas venosos y, sobre todo, arteriales que se manifiestan en piernas, corazón o cerebro”, señala el nefrólogo. El resultado en casos muy graves, “pueden llevar a amputaciones”. Otras consecuencias de la falta de vitamina D en pacientes renales son alteraciones en los huesos, malformaciones óseas y fracturas.
El riñón no puede metabolizar la forma más activa de la vitamina D, calcitriol o 1,25 hodroxvitamina 2D
En este sentido las guías de práctica clínica hacen numerosas referencias a las alteraciones del metabolismo mineral en la enfermedad renal crónica y a la revisión y control de los niveles de vitamina D. El documento deRecomendaciones de la Sociedad Española de Nefrología para el manejo de las alteraciones del metabolismo óseo-mineral en los pacientes con enfermedad renal crónica (S.E.N.-MM) hace referencia a la importancia de mantener unos niveles adecuados de esta vitamina midiéndola con la presencia del nutriente en su forma 25(OH)D3, es decir, los niveles de vitamina D una vez que ha sido hidroxilada en el hígado.
“Hay muchos estudios que nos dicen que los valores bajos de vitamina D se relacionan con mayor morbimortalidad”, afirma el Dr. Hernádez. Por eso, considera que ante un paciente con enfermedad renal crónica que presenta valores insuficientes de vitamina D, “lo ideal es suplementarlo”. La toma de decisiones sobre la suplementación debe hacerse “de manera individualizada” y teniendo en cuenta el equilibrio necesario entre los niveles de vitamina D y los niveles de calcio sérico. En este sentido, la Sociedad Española de Nefrología recomienda suplementar con niveles de vitamina D por debajo de 30 ng/ml.
Dr. Hernández: “Hay muchos estudios que nos dicen que los valores bajos de vitamina D se relacionan con mayor morbimortalidad”
Para alcanzarlo, la IOF recomienda suplementaciones de entre 800 y 1000 UI al día en personas sanas. Además se establece que hay una correlación entre la cantidad de vitamina D suplementada y el nivel sérico de 25(OH) vitamina D que se alcanza, que sería de aproximadamente de 2,5 nmol/L (rango 1,75-2,75 nmol/L) por cada 100 UI (2,5 μg) de vitamina D adicionales. Por lo anterior, se podría pensar que una suplementación en el rango superior de las recomendaciones de IOF (1.000 UI/día) aumentaría la probabilidad de los pacientes de alcanzar niveles de 30 ng/ml, en comparación con una suplementación con menor dosis.
Esta recomendación viene avalada por distintos estudios que se han llevado a cabo en personas con carencias graves de vitamina D, que presentaban niveles inferiores a 20 ng/ml. Uno de estos estudios, publicado en Journal of Pharmacovigilance en agosto de 2017, demostró que el 95% de los pacientes que habían recibido durante 12 semanas una dosis de carga de un comprimido de 30.000 UI a la semana de vitamina D habían conseguido niveles iguales o superiores a 30 ng/ml, de manera segura y sin alteraciones en los niveles del calcio.